Aprovechamos
la estancia en el hotel hasta el último minuto… de hecho cuando estábamos
saliendo por la puerta del hotel ya nos estaban llamando de recepción para
decir que nos teníamos que ir.
Dimos
alguna vuelta en coche por Cleveland para poder ver el lago y ver alguna parte
que no habíamos visto ayer y ya nos pusimos en marcha hacia nuestro siguiente
destino. Habíamos pensado en parar de nuevo en Toledo pero, debido a que en
Niágara habíamos estados un día de lo inicialmente previsto decidimos seguir un
poco más allá e ir a visitar Detroit y, de paso, aprovechar e ir a visitar a
una amiga de Saraí que, además, nos invitó a pasar una noche en su casa e
incluso, ese día en medio de semana, tuvimos una mini-fiesta (¿o fue macro?)
para celebrar que su novio se acababa de divorciar de su anterior pareja.
Pero
bueno, volvamos al principio: llegamos a Detroit sobre las doce o una de la
tarde y, como la amiga estaba ocupada, nos fuimos a visitar un poco del
downtown de Detroit… Desde que entramos por los suburbios de la ciudad ya nos
dimos cuenta que era una ciudad en
horas bajas. De cada tres casas: una estaba en condiciones normalitas, otra
estaba totalmente deshabitada y la tercera estaba habitada pero en condiciones
ruinosas. Pensamos que la cosa iba a cambiar cuando llegásemos al downtown y en
parte fue cierto: en el downtown, de cada tres casas dos estaban abandonadas y
la tercera estaba en estado ruinoso… En mi vida había visto una ciudad tan
decadente en tantos sitios a la vez…
La
sorpresa nos la llevamos cuando llegamos al borde del río que separa USA de
Canadá y es que en aquel punto se encontraba localizada toda el lujo que le
faltaba al resto de la ciudad. Un paseo al lado del río totalmente nuevo y, en
medio de dicho paseo un edificio rascacielos impresionante de la General Motors
con una exposición permanente de coches en su interior e infinidad de oficinas
de la empresa.
Tras
un paseo por el río viendo un barco a vapor que había allí atracado, una visita
al edificio de la General Motors y el regreso al lugar donde habíamos dejado el
coche, un lugar en el que no tuvimos que pagar nada (algo bastante raro porque
en los alrededores los precios para aparcar se iban a los $5 por cada dos
horas), decidimos ir a tomar una cerveza y picar algo para matar el hambre
mientras no podíamos quedar con la amiga de Saraí.
En
ese momento nos dimos cuenta de la inseguridad que se respiraba en una ciudad
tan deprimida, y no porque nos pasase algo sino porque vimos, en el bar-restaurante,
un cartel que decía algo así como: “No nos hacemos responsables si aparcas el
coche enfrente del local o en cualquier lugar de la cuadra, ten en cuenta que
te pueden robar y que no debieras dejar a la vista nada de valor, es más,
cualquier cosa de valor te aconsejamos que la traigas contigo al restaurante”
Como sea, comimos a gusto y nadie nos robó nada del coche, eso sí, salimos a
comprobar que no nos habíamos dejado nada a la vista en el coche.
Después
de comer un poco nos fuimos a dar una vuelta con el coche y pasamos por al lado
de dos estadios que estaban uno al lado del otro: parece ser que uno era de
baseball y el otro de basket. Alguna historia nos contaron de que uno de los
dos estadios lo pusieron en subasta pero que se llegó a ofrecer tan poco por él
que finalmente suspendieron la subasta… otro indicador de que la ciudad de
Detroit está en horas bajas.
Y parece ser que está en horas bajas porque USA está mandando a hacer sus coches
a Sudamérica por abaratar costes y la “Ciudad del Motor” está perdiendo todo su
potencial. Claro, si en la Ciudad del Motor no se hacen coches pues ya me dirás
qué panorama.
De
camino a casa de Maru, la amiga de Saraí, vimos un edificio enorme abandonado
que nos llamó la atención, estaba en concordancia con el resto de la ciudad
pero este edificio era realmente ENORME y estaba totalmente abandonado.
Posteriormente nos enteramos que en ese edificio habían hecho las tomas de la
última película de los Transformers para la gran batalla final entre Optimus
Prime y no sé qué otro bicho.
Estuvimos
en casa de Maru un rato hasta que el novio salió de trabajar y después nos
llevaron al bar de las alitas “The Buffalo Wings” en el que puedes pedir alitas
todo lo picosas que quieras: uno de los locales favoritos de Saraí. Allí
estuvimos un buen rato y de vuelta a casa paramos en un súper a comprar algo de
cerveza para seguir con la fiesta en casa.
Al
día siguiente Maru y su novio nos llevarían de paseo por los alrededores de la
ciudad. Estuvimos en un par de lujosos “malls” que contrastaban con el resto de
la decadente ciudad y pasamos un día entretenido en compañía de nuestros
amigos. Al llegar la noche decidimos arrancar hacia Chicago, ya era tarde pero
nuestra intención era alejarnos un poco de Detroit para que, al día siguiente,
no tuviésemos que encontrarnos con ningún posible atasco.
Nos
paramos a dormir en una zona de moteles a unos 45 minutos de Detroit, sorprendentemente
había algunos moteles que estaban llenos, y digo sorprendentemente porque estábamos
en un lugar bastante alejado de cualquier cosa interesante. Al día siguiente
nos enteramos que había habido un tornado y la gente que estaba viajando por la
zona decidió pararse toda en la zona de los moteles. Al día siguiente sí pudimos
ver, en nuestro camino hacia Chicago, que había muchas ramas y árboles tirados
en los bordes de la carretera.