Un viaje que nos llevaría a parar de nuevo en Sonora, TX para dormir y posteriormente continuar el viaje para el sábado en la mañana llegar a Sabinas para comer unos famosísimos y riquísimos tacos Rossy.
El viaje fue tranquilo, ninguna novedad importante, lo único fue que al llegar al Puente de Colombia para pasar a México nos llevamos la agradable sorpresa de que no había ningún coche esperando a pasar el tiempo y el tiempo que nos llevó cruzar la frontera a México fue de tan solo 5 minutos. Sorprendente si lo comparamos con que en estas mismas fechas, el año pasado, estuvimos haciendo una fila de 6 horas para cruzar a México.
En fin, llegamos a Sabinas y nos fuimos directamente a dejar el equipaje y a buscar los tacos. Sé que puede parecer raro que eso sea lo primero hiciésemos nada más llegar a México pero quien tenga la suerte de comer los tacos Rossy, entenderá el por qué. Así que tomad nota: si alguna vez váis a visitar Sabinas Hidalgo id a probad los tacos de maíz que hace Rossy... no os arrepentiréis de la visita.
Estuvimos un par de días descansando de la paliza del viaje en Sabinas y después nos fuimos a Monterrey a arreglar algunas cosas y a quedar con algunos compañeros. El martes regresamos a Sabinas para poder ir al día siguiente a Laredo, TX y es que la madre de Saraí quería acabar las compras de Navidad y así nosotros también aprovechamos para hacer algunas compras y sacar unos pocos dolaritos para gastar en nuestro siguiente destino.
En la frontera tuvimos que hacer como una hora y media para entrar en USA y para salir de México estuvimos como cinco minutos. Ya sólo nos quedaba dormir para salir, al día siguiente, jueves 22, hacia nuestro siguietne destino: CANCÚN.
Llegamos a Cancún sobre las 5 de la tarde. Nada más bajar del avión nos pudimos dar cuenta de la diferencia de temperatura que hay entre Monterrey y Cancún. Y es que habíamos llegado al paraíso y en lo primero que te das cuenta es en el calorcito que te llega aunque sea invierno.
Cuando salimos a buscar el coche de alquiler empezó a descargar la lluvia como si no fuese a parar jamás y duró hasta que llegamos al hotel. Un trayecto que nos llevó 45 minutos porque caía muchísima agua, los limpiaparabrisas no hacían demasiado bien su función y porque en un coche pequeño íbamos metidas siete personas: Saraí, yo, los padres de Saraí, la hermana y las dos sobrinas de Saraí.
Llegamos al hotel ya de noche con ganas de comer algo en el restaurante del hotel que está al lado de la playa. Compartimos una cena en familia, disfrutamos de la brisa marina y del calorcito que hacía a esas horas (ya había dejado de llover) y ya nos fuimos a descansar a las habitaciones para al día siguiente estar listos para nuestra primera visita a la península del Yucatán.
La mañana la dedicamos a pasear un poco y quedar con Allison y con David que también habían ido desde Santa Fe a disfrutar de las Navidades en Cancún. Sobre las 12 de la mañana agarramos los coches y tras parar a comer en la autopista llegamos, después de tres horas, a Xichen-Itzá.
El viaje hasta allí consiste en selva por todas partes, de vez en cuando podíamos ver por la autopista a gente que iba en bicicleta (aún no tengo muy claro qué hacían por aquellos parajes en donde no había nada más que selva) y un par de casetas de cobro que se llevan unos 300 pesos en el camino de ida. Llegamos a Xichen-Itzá sobre las cuatro de la tarde. Estaba todo listo para que pudiese anotar las terceras pirámides del mundo prehispánico en mi lista de lugares vistos.
Bueno, realmente decir que es uno de los lugares más representativos es casi lo mismo que no decir nada porque prácticamente todo lo que hay allí es representativo. Y es que en las dos horas que quedaban hasta el cierre había bastantes cosas que ver.
Estuve un rato admirando El Castillo, escuchando las historias que algún guía contaba y escuchando rebotar el sonido de los aplausos contra la pirámide hasta que decidí seguir mi camino hasta El Grupo de las 1000 columnas, un grupo que, como efectivamente indica el nombre está plagado de columnas por todas partes.
Después de las columnas volví sobre mis pasos a encontrarme con Saraí y el resto para ir a ver el Templo del Jaguar, el Juego de la Pelota y la Pirámide de los Muertos. Cuando llegamos al Juego de la Pelota me volví a encontrar a gente hablando hacia los muros de uno de los lados para demostrar que la acústica permitía escuchar lo que se decía del otro lado del campo sin necesidad de gritar. Y es que en el poco tiempo que estuve en el complejo de Xichen-Itzá me pude dar cuenta que nada fue hecho al azar en ese lugar. Cada piedra tiene un sitio y en ese sitio es en el que está.
Antes de irnos del complejo me dijo Saraí que no me podía ir sin ver el Observatorio, una de las obra más significativas de los mayas y que les permitía realizar las observaciones astronómicas desde el propio edificio.
Ya en nuestro camino de regreso fuimos viendo todas las cosas que se vendían dentro del complejo y es que en cualquier lugar de México hay cientos de personas vendiéndote cualquier cosa.
Podría haber pasado mucho más tiempo en Xichen-Itzá pero tenían que cerrar y a mí aún me quedan, espero, muchas más veces para disfrutar de semejante complejo.
Desde que entré en el complejo se me hizo muy familiar y parecido al complejo que visité en El Tajín más o menos por las mismas fechas del año anterior. Los dos complejos, con todas las diferencias que existen entre ellos, se pueden caracterizar por el tipo de construcción y por la situación en medio de la selva.
Ya sólo nos quedaba regresar a Cancún y pasar otras tres horas más en la carretera hasta llegar al hotel. Al salir de Xichen-Itzá nos confundimos y no tomamos la autopista hasta pasar Valladolid. Eso nos permitió ver un poco de Valladolid y de su plaza. No estuvimos más que de paso pero por lo menos puedo decir que conocí la plaza de Valladolid.
Finalmente llegamos al hotel sobre las 9 de la noche y nos dispusimos a disfrutar un poco del ambiente nocturno de Cancún. Estábamos bastante cansados de la visita pero no podíamos dejar de disfrutar la vida nocturna de este lugar así que regresamos a buscar a Allison y a David a su hotel y nos fuimos los cinco a ver cómo se las gastaban en el Coco Bongo.
Después de cenar llegamos a comprar las entradas del Coco Bongo, como ya era tarde, nos dejaron las entradas para ir a un bar con barra libre y las del Coco Bongo por $20. Nos fuimos a tomar unas cervezas al bar de barra libre, el Congo, y después fuimos a ver la última parte del show del Coco Bongo. Para mí fue algo distinto el verme en una discoteca y poder disfrutar de un espectáculo en vivo. En general a las discotecas se va a tomar, a hablar con los compañeros y a bailar... el Coco Bongo es más de mirar hasta que el show se acaba. Del show, pues aparecieron los Kiss, canciones de Nirvana, el tío de La Máscara, bailes de camareros, gente colgada de cables, los Village People... Me gustó y lo disfruté :)
Eran como las cuatro de la mañana cuando nos metimos en cama... asombroso, sobre todo cuando uno ya está acostumbrado a que en Santa Fe cierren todo a las 2 de la mañana.
Que si vacaciones, que si Cancún... MAMÓOOOOOOONNNNNNNN!, NO ME DIJISTE QUE ÍBAIS A XIXHEN-ITZA!!!!!!!!!!!!!.
ResponderEliminarAnda que ya te vale!, es uno de mis lugares favoritos, me encantaría pisar allá desde que lo estudié en la carrera!.
Qué envidia.
Veo que las vacaciones dieron para mucho.
Enhorabuena!